El sábado a la tarde mi hermano volvió de pasear al perro y se encontró con esta escena: mi mamá baliando en el balcón, con los ojos cerrados y escuchando la “Marcha de la bronca”, de Pedro y Pablo, a todo volumen (bailando es una forma de decir, en realidad daba saltos por todos lados y movía los brazos como los muñecos inflables que ponen en la entrada de las gomerías).
Cuando el perro la vió creyó que estaba jugando, por lo que también se puso a saltar como un pelotudo mientras ella corría por todo el balcón.
A la tercer vuelta de la misma canción, se cansó de bailar sola y empezó a invitar a la “fiesta” a todos los vecinos:
- ¡¡¡Vamos argentinos que mañana se votaaaa!!!
- ¡Loca!- le contestaban desde alguna ventana
- ¡Aguante la democracia!
- Calláte hija de puta-
- No me callo nada- subió más el volumen y cantó a todo pulmón – “Bronca porque ríen satisfechos, al haber comprado sus derechos”
En este momento mi hermano se asomó al balcón y vió que de todas las ventanas salían los vecinos a gritarle cosas y a disfrutar de la escena, algunos hasta habían hecho el mate.
¿Quién dijo que la familia no se elige? Lo que no se elige son los vecinos.
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