martes, 21 de junio de 2011

Adivina adivinador


La primera vez que entran en tu casa son hermosos, peluditos, simpáticos, huelen como el orto pero no te importa porque son divinos, pero al tiempo te das cuenta que hace falta un baño, lo de simpático ya pasó a ser rompe pelotas y lo de peluditos… bueno… “lo dejo a tu criterio”.
No paran de hacer kilombo, cuando llegás te hacen una fiesta y cuando te relajas porque al fin llegaste a tu casa y tenés a alguien que te espera, te avivás que la mitad de las cosas están rotas, en el piso, sucias… arruinadas.
Cuando los mirás esperando algún tipo de explicación de por qué hacen lo que hacen, se quedan sentaditos sin hacer el más mínimo sonido, pero sabes que hay algo que no te están diciendo.
Cuando te salta la térmica y los mandás a la mierda se esconden debajo de la mesa y te miran con cara de boludos para que vos te sientas la más hija de puta y además de sentirte como el culo porque todo está patas para arriba, le tenés que agregar la culpa que sentís porque él ni siquiera se queja.
Te cagan, te cagan siempre que pueden, en cualquier lado, ya no les importa… y mientras lo hacen te miran contentos para que los felicites y vos les gritas: “¡Nooo! ¡¡¡Así no era!!!”
Cada dos días te encontrás preguntándoles: “¿Por qué? ¿Por qué no entendés lo que te digo?” y después te das cuenta que la que no entiende sos vos, porque el pobresito no puede mas que eso y vos no parás de exigirle cosas en un lapso de tiempo muy reducido como para que puedan lograrlo.
Si te ven que estás de mal humor y con el seño fruncido, en vez de quedarse en el otro rincón de la casa se te acercan sigilosamente, poniendo a prueba tu estado mental.
Eso sí, cuando no están los extrañás, y cuando creíste que ya estabas hasta las tetas de estas cosas y decidiste quedarte sola aparece otro nuevo.
¿Qué? ¿Creíste que estaba hablando de tu perro? ¡No mamita! Estaba hablando de tu novio.

No hay comentarios: