jueves, 23 de junio de 2011

Confesiones de invierno

Y bueno, según dicen, empezó el invierno y vos no podías recibirlo de peor manera. Hace tiempo que venís llorando por cualquier gilada y hablando con una amiga te diste cuenta que lo hacés una vez por semana, y los más divertido es que no lo podés evitar.
Tu chongo se fue a la otra punta del país y vos decidiste ni pensar en el tema, pero entre las cenizas volcánicas, el frío y los días previos a “esos días”, cada vez te sentís más como el orto.
Para escaparle a lo patético pasaste un fin de semana de locura, en el que estuviste la mitad del tiempo inconciente, y aunque la pasaste bien, el lunes te encontraste con que no habías hecho nada de todo lo que tenías que hacer, sino que habías dedicado la otra parte del tiempo a mirar el celular.
Para colmo te hacés la superada y decís: “Nah, se fue, pero seguro que ni me llama” y tu otro vos dice: “No me llega a escribir ni un mensaje y cuando venga se va a tener que hacer la paja con la puerta porque ni las manos le voy a dejar enteras”
Pero bueno, ya sabés como son estas cosas porque en la ruta de las putas ya ni pagás peaje, y tratás de mantener la calma y dedicarte a otra cosa… como estar pendiente del resultado del partido de esta noche, y tratar de imaginarte a tu ex llorando porque su equipo está perdiendo y con eso creer que por fin llegó tu venganza.
Además de todo esto, la gente te cuenta historias de vida de personas que la pasan veinte veces mejor que vos, con el novio perfecto, la casa hermosa, los muebles nuevos y con la pollera que vos te querés comprar.
Si tan solo una pudiera comprarse una vida.

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